Ponele que se llama
Laura, o Julia, no sé, el nombre que quieras. Indudablemente atraviesa esa
particular edad en donde tiene la conchita húmeda todo el tiempo. Dale, vamos
con Laura, ¿la ves?, es esa que ahora está cruzando Pasteur. Qué linda que es,
qué lo parió. Camina por la avenida Corrientes a un ritmo moderado. Vos te la
bancás, claro que te la bancás, y encarás, porque entendés que la aureola de
transpiración dibujada en el pantalón, ahí, donde está la conchita, o la
conchota, se formó para que vos tengas una misión en la vida. La aureola está ahí
para que vos te hagas cargo.
Dejás el sanwich de
vacío al que apenas le diste dos mordiscos, le comprás una rosa y cruzás la
calle. Laura te da cabida porque sos bueno en esto, porque no andás diciendo
esas giladas que a las minas hay que mentirles y boluces así. Te da cabida porque
sabés tratar a las chicas. Porque la hacés reír con algún defecto propio, y
sabés muy bien que marcarle un defecto con simpatía la pone contenta, zurdito
picarón. También sabés que esa la podés hacer pocas veces, que marcarle un
defecto dos veces puede secar al instante la aureola.
Sale bien. Muchas
veces sale bien. Te estás acostumbrando a ganar. A Laura le gustás. Anotás su
teléfono sintiéndote cómodo, como si ya hubieran garchado lindo un par de veces.
El partido es esa misma noche. Cancha neutral para asalariados: telo con olor a
desodorante de ambiente. La aureola siempre está ahí. Te confunde, llegando a
pensar que quizás sea un dibujo. Nada de eso. Es espesa y está mucho más
caliente de lo que pensabas. No resulta más sabrosa que nada. Es única y ahora
descansa. Te sentís bien porque cumpliste con un polvo extenso sin altibajos en
la dureza del pene. Laura te dice que tu pija es grande, ella también sabe
jugar. Manoteás el control remoto y Laura irrumpe con una acotación: “Mirá vos,
sos zurdo, dicen que son más inteligentes, ¿no?”
Conocés esa frase,
la usaba tu vieja para levantarte el ánimo cuando tenías veinte años y todavía no
sabías agarrar bien los cubiertos. Tal vez algún padre futbolero te ilusionó
con que tu zurda iba a ser tapa de diarios, llevando a la selección a lo más
alto del podio. O aquella maestra que te
hizo sentir orgulloso de tu condición porque desde hace décadas ningún profesor
te revienta la mano izquierda a reglazos, o te ata el brazo. Incluso te
nombraron grandes artistas zurdos, como Da Vinci. Pero vos, mi querido zurdo, sabés
que el que te dice esto lo hace para ocultar con algo de culpa su verdadero
pensamiento: “Es zurdo, sólo es un deforme”.
Laura quiere coger
otra vez. Ahora que te considera un deforme bombeás más rápido y le cacheteás
el culo sacando una bronca pelotuda que lo único que hace es apresurar tus
ganas de acabar. No querés acabar todavía: las oficinistas hijas del marketing te arrancaron casi toda capacidad de goce durante tu orgasmo. Qué
cagada, zurdito, no podés acabar a los pocos minutos tranquilo. Sabés bien que la importancia de la eyaculación precoz en el hombre es un logro del feminismo berreta y, sin embargo, seguís pensando en otras cosas para retardar el orgasmo. Bajás el ritmo
pero ya es tarde, las cosquillas en las pelotas se multiplican como gremlins en
el agua. Agarrás el hilo de la última conexión con tu mente e imaginás al parrillero
donde almorzás en pelotas para no acabar. Te acordás cuando mientras cagabas en la cancha de
Racing se te cayó la billetera a la letrina y tuviste que meter la mano para
recuperarla. Parece que vas a aguantar. Tu cabeza se
fue a otro lado y el pene sigue duro. Querés conectarte con su cuerpo pero si
el parrillero desnudo desaparece de tu mente echás todo a perder. El pantalón
de Laura tirado en el piso todavía deja ver la aureola de transpiración. Ahora
tu mente sólo piensa en la aureola. La televisión quedó encendida en un
programa de cocina. Escuchás la vos del cocinero explicando:
“Receta para hacer
una rica aureola de transpiración vaginal:
Dentro de un
recipiente de plástico colocar:
Dos cucharadas de
pis.
Un trozo de carne,
preferiblemente vacuna.
Cuatro lágrimas
humanas, preferiblemente proveniente de momentos felices. Si no las consigue
reemplácelas por agua de mar.
Un sueño, no más
porque corre el riesgo de perder sabor.
Una pizca de miedo.
Luz y transparencia
a gusto.
Revolver todos los
ingredientes durante aproximadamente diez minutos. Dejar una media hora al sol,
y lista para comer. Hay gente que le gusta con mucha luz y transparencia. El
otro día preparé una aureola de transpiración vaginal en casa y le puse
bastante luz y transparencia, a mi mujer le encantó, yo en cambio la prefiero
lo más oscura posible. Comerla con mucha luz me cae pesado al estómago…
Las cosquillas en
los huevos te ganan. Conectás de golpe con el cuerpo de Laura y estallás en un
orgasmo conmovedor. Estuviste más tiempo con el parrillero y en la cancha de
Racing que con Laura. Suena el timbre anunciando el final del turno. Acompañás
a Laura a la parada del colectivo. Sube y gira la cabeza para mirarte, vos la
saludás con tu mano izquierda en alto.
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