Cuando siento el niño muerto dentro de mí, la risa que ya no es más risa, la energía que ya no es más energía. Me dan ganas de pegarme el corchazo
Del cuerpo que trema en cuotas dolorosas, de sangre, de vida, del simple espacio. Me dan ganas de pegarme el corchazo.
Cuando los sentimentales de la red hacer comentarios como:
“Lo verdadero está afuera, en la naturaleza, con los animales, lejos de una computadora”. Me dan ganas de pegarme el corchazo.
Si pienso con razón que mañana seré el mismo que soy hoy. Me dan ganas de pegarme el corchazo.
Cuando los saunas se convierten sólo en shows sin derecho a la penetración. Me dan ganas de pegarme el corchazo.
Cuando cruzamos saludos desinteresados con mis compañeros obreros en cuartos habilitados para la era de la producción humana. Me dan ganas de pegarme el corchazo.
Cuando me despierto y me calzo la remera. Me dan ganas de pegarme el corchazo
Y también:
Por las plazas juntando el rocío de las flores con la cara, acomodándole el pelo, hablando de nuestra hermosa relación. Bordeando esos encantadores paneles verdes que serán sólo el recuerdo de un pequeño momento de alegría. “Es que ya no me pasa lo mismo que antes”
Y acá ando:
Con el arma cargada. Los ojos clavados en ese acero negro que se va convirtiendo en violeta. Mis dedos transpirados tiemblan desprovistos de esperanza. La televisión encendida emitiendo las noticias más destacadas del día. Gotas de materia fecal deslizándose sobre mis piernas tal vela derritiéndose a punto de dejarnos a oscuras. Mi abuela sacándome los piojos antes de que vaya a la escuela. Los aviones, la memoria quemada, el dinero, dios enterrado en chacarita. Y la encantadora avenida que nunca se acaba. El arma está cargada, y es hora de salir para mi trabajo. Quizás podría escribir sobre el corchazo.
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