Seguro que no falta tanto para el aniversario de la muerte del facha
Martel. Podría corroborarlo en Google pero prefiero quedarme -por lo menos por
esta vez-, con la idea que mi intuición tiene más peso que lo concreto o, mejor
dicho, que tiene más peso que Google.
Cuando yo era apenas un niño sabía más sobre la vida del facha o de algún
integrante del elenco de no toca botón
que de cualquier otra cosa, incluso de cosas que me enseñaban en la escuela
primaria. A menudo se escuchaba a mis padres hablar sobre los amoríos de los
famosos, sobre el dinero que habían logrado hacer. Hablaban sobre la vida en
general de personas que veíamos en televisión. Cuando se hablaba acerca de la
muerte, o de un accidente que había sufrido algún personaje televisivo, o de
algún famoso, cualquiera hubiera sido el problema, todos se ponían serios, como
si realmente les afectara. Yo tenía la sensación que de alguna u otra forma,
por el motivo que fuera, todos teníamos que sufrir. Si no era por mí, o por mis
padres, o por mis hermanos, tenía aunque sea que sufrir por lo que le había
pasado, por ejemplo, a Beatriz Salomón. Siempre se intentaba hacer causa común
con las desgracias del mundo. No era casualidad que la televisión estuviera
todo el tiempo encendida.
En mi casa no había muchos libros, salvo algunos que mi madre conservaba
de forma muy extraña, como objetos que en algún momento de su vida habían sido
útiles para algo y, por alguna razón, ya no servían más. Libros que se usaban
para nivelar alguna mesa, para hacer de base y poder dibujar sin problemas la tabla de la generala. Libros que cumplían
decenas de funciones menos la que sus autores, seguramente, habían imaginado.
Siempre que iba a la casa de mi amigo Pedro me llamaba la atención la enorme
biblioteca que tenía en el comedor. Pedro me contaba que el escritor preferido
de su padre era Cortázar, incluso, sabía de memoria pasajes de relatos cortos porque
su padre le había leído desde muy chico. Cortázar era un amigo y guía invisible
de la familia de Pedro.
Nuestro amigo y guía invisible era el facha Martel.
Mi imaginación era bastante limitada. Yo me daba cuenta porque en la
escuela, en las clases de actividades prácticas, mientras mis compañeros se lucían entregando
trabajos realmente elaborados, yo entregaba trabajos que parecían de un pibe, como mínimo, dos grados más chico. Nunca pude dibujar mejor que la casita con el
arbolito. Lo hacía todo, por supuesto, en dos dimensiones. Nunca imaginé en tercera
dimensión.
Había momentos que sí despertaban mi imaginación. Mientras mirábamos los sketches
de no toca botón, antes de que
apareciera alguna actriz semi-desnuda, mi madre me ponía las manos en los ojos
y me decía que no podía mirar. La mayoría de las veces le hacía caso y yo mismo
ayudaba cerrando bien los ojos hasta que ella me sacaba la mano y me decía que
ya podía volver a mirar. Lo que seguramente ella no sabía era que lo que pasaba
por mi mente con su mano induciendo mi repentina ceguera, era más retorcido que
la simple imagen de Silvia Pérez mostrando el culo.
Para mí el facha siempre estaba en Mar del plata. No importaba si lo veía
actuando en esos decorados berretas que se destruían con algún manotazo del
negro Olmedo, o en alguna escena en exteriores. El facha siempre llevaba Mar
del plata, como dice el tango, como un destino del corazón.
Tal vez el facha odiaba Mar del plata, o le resultaba indistinto. No lo
sé, no conozco ningún detalle del facha que no vaya más allá de mi recuerdo
televisivo. Insisto, no voy a usar Google. No voy a usar Google porque no
necesito nada más para querer al facha como a un amigo.
Amigo facha
Sacame el domingo eterno que quedó fundido en mi alma
Llevátelo con vos que nada mal te queda la carga del mundo
Llevátelo allá donde las cenizas no se desintegran con la sal
No me dejes caer con la mano ancha sobre la pasta amarilla peruana
Dejame por favor un poco de amor, de sol, de seca ansiedad
Mandame eso que nunca se muere así yo lo quemo y reparto el humo por la
casa de Mamá.
Arrancame el miedo a levantar la frente cuando la patada vaya y venga a
mil por hora
Amigo facha
Saludame y ahora sí
por favor
llevate para siempre este domingo eterno.