martes, 2 de noviembre de 2010

Nunca han sido mías


Hay mujeres que ríen y lloran, y no son graciosas ni sufren.
Hay mujeres que me echan del sillón y días después me tiran un pedazo de carne fría y vuelvo a caer en el fondo del guiso extraño de la vagina, paredes de sangre con venas gruesas que combinan  colores, que revientan en espuma de semen viejo.

Hay mujeres que maman la patria del siglo nuevo, sin pasado, sin miedo a los virus del pene enfermo, sin miedo a la bolita de sangre del futuro feto.

Hay mujeres que me insultan por no tener sueños, por no colocarme una corbata y jugar al juego de la metódica vida empresarial.

Hay mujeres que leen mis poemas y piensan: –Interesante, pero pobre enfermo, va directo al fracaso.

Hay mujeres que son vaginas de piedra y se hurgan el clítoris evitando el sometimiento de la penetración, evitando la saliva del hombre triste sin sexo. 

Hay mujeres que van a la iglesia y piensan en un dios desnudo y masoquista con una billetera gruesa, un dios lleno de poder y riquezas y con corbata y con empresa.

Hay mujeres que me lavan la ropa y las confundo con mi madre y después me dejan y me acuerdo que no se parecen nada a mi madre.

Hay mujeres que se casan y tienen maridos, luego tiene hijos y dejan de tener marido.

Hay mujeres que piensan que de la variedad de semen nace un hombre perfecto, que de la variedad de semen yace la máxima experiencia sexual.

Hay mujeres que se derriten en el brillo del paño de una mesa de pool y cantan gruesas gotas de whisky en la mas intensa suavidad de la noche.

Hay mujeres que nunca han sido mías, sólo pertenecen a otros, sólo a esos tipos con los que hablo muy poco. 


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